La desaparición del silencio no mejoró precisamente las cosas, aun cuando todos parecíamos acostumbrados a todo. A veces, por pura vecindad, me cruzo con uno de ellos cerca de casa (no sé si más cerca él o yo), y su mirada suena como si quisiera preguntarme por qué me fui. Como si a estas alturas tuvieran que hacerse los sorprendidos, como si no supieran lo que devuelve el espejo. Ni que tuviera yo que decirles lo que saben, sólo porque no quieren oírselo decir a sí mismos.
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